CATEDRAL DE LA HABANA

La Catedral
La Catedral de la Virgen María de la Concepción Inmaculada de La Habana, es un templo católico, que se encuentra en el corazón de La Habana Vieja, en la zona más antigua de la ciudad, declarada por la UNESCO en 1982 Patrimonio de la Humanidad.

Es la Catedral de la Arquidiócesis de La Habana, y su emplazamiento anterior estaba situado en donde después se construyó el Palacio de los Capitanes Generales.


Historia
En un primer momento (1748) la iglesia sería el oratorio de los hijos de San Ignacio de la Orden de los Jesuitas, luego llegaría a convertirse en catedral. Con antelación a la decisión obispal los jesuitas ya tenían en sus planes construir una iglesia en la Plaza de la Ciénaga. Esto es verificable pues el 24 de octubre de 1704 el procurador general de La Habana, Luis Gonzalo de Carvajal, se opuso a la petición de los religiosos. Más de diez años después, por Real Cédula de 19 de diciembre de 1721, los jesuitas obtuvieron el tan esperado permiso y el 5 de abril de 1727 les fue notificado el lugar exacto donde podían construir la iglesia y el convento.

La CatedralEn el año 1767, ya estaba terminado el colegio, pero no la iglesia, en ese momento ocurre la expulsión de los jesuitas del Nuevo Mundo. En 1772 debido al deplorable estado en que se encontraba la parroquial mayor, las autoridades españolas decidieron trasladarla al Oratorio de San Felipe Neri y el 9 de diciembre de 1777, se trasladó a la iglesia a medio construir de los jesuitas. En 1778 por orden del obispo Felipe José de Tres palacios comenzó el proceso de transformación del antiguo oratorio de San Ignacio en la catedral habanera dedicada a la Purísima Concepción, cuya imagen es visible en el Altar Mayor. Durante el prelado del obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, se realizaron reformas significativas. El principal benefactor de la obra fue el rico obispo de Salamanca. La nave central estuvo ocupada hasta la independencia de la isla por un monumento funerario dedicado a Cristóbal Colón, luego, al finalizar la colonia, las cenizas del almirante fueron trasladadas a Santo Domingo y de allí a la Catedral de Sevilla.
Según el historiador de la ciudad Emilio Roig de Leuchsenring esta reforma incluyó la eliminación de todos los objetos que se consideraron de mal gusto, adornos, estatuas y altares fueron sustituidos por cuadros de óleo, en su mayoría copias de originales.

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